Somos seres humanos hace 200.000 años,
dejamos de ser nómadas hace 10.000 y apenas vivimos, la que denominamos vida
moderna hace tal vez unos 2000. Esto significa que aún estamos diseñados
para al modo de vida antiguo. Nuestros genes no han tenido tiempo para
adaptarse a la vida moderna.
En aquellos tiempos antiguos
luchábamos por sobrevivir el día a día. Luchábamos por conseguir el alimento y
sexo del día. Así que valores y comportamientos como la acumulación, la
promiscuidad, el egoísmo y el oportunismo, eran simplemente necesarios para sobrevivir
en tal época.
La comida era escasa, el azúcar no
existía, éramos nómadas, éramos presas, no había luz artificial, no nos
sentábamos. En ese momento, exactamente igual que al día de hoy, nuestros sistemas
endocrino, metabólico, de recompensa cerebral, etc., funcionan recompensando
los actos que aseguraban la supervivencia a corto plazo.
Cuando la vida civil era inexistente, a
los humanos no nos era relevante pensar qué había pasado hace 100 años, ni qué
pasaría en los próximos 100. Sólo importaba el hoy.
Con la vida moderna comienza una gran
batalla entre la razón y la biología. Una batalla entre poder desplazarnos
mentalmente en el tiempo versus los mecanismos biológicos adaptados a las
vivencias a corto plazo. Aún no ha habido tiempo para que nos concierna ni el
presente ni el futuro y por ello llevamos repitiendo la misma historia por
siglos.
En Grecia hace unos 3000 mil años, ya ocurrieron
todos los males que hoy soportamos (gobierno corrupto, violencia de género,
contaminación, falta de educación, monopolios) y no evitamos ninguno de ellos
hoy. Hace más de 2000 mil años Aristóteles básicamente dijo que los jóvenes ya
no leían y eran muy irrespetuosos con los mayores.
Sí, estos pocos impulsos antiguos son la causa de todos los males. Ellos evitan al
hombre posponer el placer originando las ansias de poder irracional. Esto provoca
en cadena, gobiernos corruptos, guerras innecesarias, religión, contaminación, brecha
económica, hambruna, etc. No es que seamos inconscientes ni malos, es que hay
que esperar otro rato para adaptarnos.
Aun cuando las necesidades básicas
para vivir están sobrecubiertas, como sucede en las ciudades modernas, nuestros
cuerpos nos dicen -recolecta o muere-, así que nunca es suficiente. Hoy debemos
planear a largo plazo y se nos exige priorizar tanto nuestras vidas como la de
millones por venir y eso va en contra de los intereses primitivos.
La tecnología evoluciona muchísimo más
rápido que la biología. Esta nos tomó por sorpresa, nos sació y nos confundió. Pero
al mismo tiempo nos organizó como sociedad y nos entregó las nociones de la
necesidad de evolucionar.
Esto arriba es básicamente el único
problema que tenemos. El resto de nuestros impulsos biológicos nos dictan
unión, gentileza y sobre todo vida.
Eliminando esos hoy inconvenientes impulsos biológicos se alcanzará
la próxima gran revolución humana. El escenario es que no hay tiempo para
eliminarlos a través del curso natural de la evolución antes de autodestruirnos.
Debemos cambiar rápido y lo haremos. Si
no lo logramos a través de enormes reformas sociales lo haremos modificando
artificialmente nuestros genes.